La prevención de la obesidad empieza por una compra inteligente.
Hacer una dieta equilibrada puede llegar a convertirse en un hábito sencillo, agradable y tenerlo totalmente interiorizado, pero será imposible cumplirla si no “pensamos” y controlamos los productos que llegan al carrito de la compra.
RECUERDA DESDE NUESTRO SERVICIO DE NUTRICIÓN, UBICADO EN LA SEGUNDA PLANTA, PODEMOS OFRECERTE TODO EL ASESORAMIENTO NUTRICIONAL QUE NECESITAS.
Es decir, la tentación no empieza en la nevera sino en el mercado. Siempre es duro renunciar a algún alimento que nos apetece aun sabiendo que no es bueno para nuestra salud. El truco está en intentar sustituirlo por un producto que nos proporcione esa sensación de satisfacción pero que tenga un adecuado valor nutricional. Por ejemplo:
Debemos escoger la carne sin grasa visible o elegir directamente carnes magras. Así evitaremos la tentación de comer la grasa.
Podremos inventar nuestros propios aliños: descubriendo las distintas especias, los aceites de oliva aromatizados, el sabor de la lima, cómo combina el sabor del yogur como salsa para las hortalizas... Así podremos reducir el consumo de salsas precocinadas.
Sería recomendado sustituir los dulces industriales por frutas para hacer macedonias y batidos, o yogures y cereales para combinarlos en el desayuno. Aumentaremos el consumo de vitaminas y fibra y reduciremos el de azúcares, grasas hidrogenadas, conservantes y colorantes.
Sea realista y descubra que alimentos está dispuesto a cocinar y con qué esfuerzo. De nada sirve plantear una compra para, por ejemplo, hacer un sanísimo pisto de verduras si luego no va a tener tiempo ni energías para cocinarlo (con lo que gastará más dinero, desperdiciará comida y terminará alimentándose peor).
Si al hacer la compra asume que va a dedicarse a cocinar unas cuantas horas, aumente las cantidades y congele los platos. Luego no tendrá más que descongelarlos y habrá rentabilizado el esfuerzo.
¿Cómo los padres pueden prevenir la obesidad infantil?
Los niños no suelen aceptar el consumo de muchos alimentos que no les son agradables por su sabor o su aspecto exterior. Es responsabilidad de los adultos educar a los más pequeños en los beneficios de una dieta equilibrada que se ajuste a las necesidades de su organismo. Nuestro reto como padres es conseguir que los niños sean conscientes de los beneficios de una comida adecuada y estimularles a que coman de todo.
Hay que potenciar en el niño la idea de que comer puede ser muy divertido. Un buen método para disfrutar de los alimentos es compartirlos en compañía de la familia y los amigos.
Después de dormir durante toda una noche, el nivel de energía de nuestro cuerpo es muy bajo. Para convencer al niño de la importancia de un buen desayuno, explíquele que necesita esos alimentos de la misma forma que un coche precisa combustible para moverse. Convénzale de que los cereales, la leche, la fruta, y los yogures son su gasolina imprescindible comenzar la jornada.
Mientras antes se familiarice con las frutas y las verduras, más difícil será que las rechace en un futuro. Preséntele el consumo de estos alimentos de forma variada y lo más divertida posible: entremeses, postres, zumos, purés, cremas, frutas troceadas, o verduras combinadas con otros productos más apetecibles.
La hora de la merienda tiene que respetarse escrupulosamente. Para que se haga más amena, nunca repita el mismo tipo de alimento dos días seguidos. Es básico que el niño comprenda que la merienda es muy importante, y que no la compare con los aperitivos, los tentempiés o cualquier otra comida prescindible o esporádica.
Dé ejemplo de todo lo que le dice al niño respecto a su dieta. De nada servirá que le aleccione en una buena cultura alimenticia si usted la incumple con frecuencia.
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