ACTIVIDAD FÍSICA Y MUJER
La realización de ejercicio de las mujeres contribuye a reducir el riesgo de padecer determinadas enfermedades (y a regular su peso) à esto puedes quitarlo si quieres
Los beneficios que podemos encontrar en la salud son indiscutibles si nos referimos a la mujer y a su actividad física. Esta última provee una gran cantidad de ventajas de forma multifactorial, que tienen sus efectos en el sistema inmune, hemostático, autonómico, metabólico y hormonal, entre otros; todos estos se pueden aplicar a distintas etapas de la historia fisiológica de la mujer.
Las ventajas de la actividad física y la prescripción de ejercicio individualizada siempre superan considerablemente los posibles riesgos a los que se exponen por su práctica. De este modo, a la hora de realizar la prescripción del ejercicio es importante tener en cuenta características propias de la mujer, como su composición corporal y sus rasgos endocrinológicos.
A pesar de los beneficios demostrados, los indicadores de inactividad física y sus consecuencias siguen siendo alarmantes en las mujeres.
Consecuencias de la inactividad física en la mujer
Las mujeres que suelen pasar 16 horas del día o más sentadas presentan un 68% más probabilidades de desarrollar enfermedad cardiovascular que aquellas que lo hacen menos de 4 horas al día.
Sin embargo, si logran caminar tres horas a la semana o realizar 90 minutos de ejercicio vigoroso, el riesgo de desarrollar cardiopatía isquémica se reduce entre un 30 y un 40% en comparación con aquellas que son sedentarias.
Efectos protectores de la actividad física
El efecto protector de la práctica de actividad física regular en la prevención de problemas de salud.
Investigaciones demuestran una reducción del 25% del riesgo medio de padecer cáncer de mama en mujeres físicamente activas, efecto protector independiente del estado menopáusico. Este parece estar mediado por la disminución de masa grasa (fuente principal de estrógenos en la posmenopausia) y, en algunos casos, por la alteración del ciclo menstrual que se presenta en algunas mujeres activas con baja ingesta calórica.
Asimismo, la adiposidad y la obesidad son factores de riesgo cardiovascular establecidos. En poblaciones femeninas se estima que un 25% de casos de enfermedad cardiovascular se atribuyen al exceso de peso; cada kilogramo de peso ganado aumenta el riesgo de cardiopatía coronaria en un 3%. Por tanto, es posible que la actividad física sea una vía para atenuar el riesgo cardiovascular, ya que ayuda a regular el peso corporal.
Perspectivas futuras
Existen evidencias que demuestran que la actividad física y el ejercicio contribuyen en la prevención primaria y secundaria de la diabetes gestacional, el cáncer de ovario, el de seno, y el de endometrio, y otros cánceres específicos del sitio, como pulmón, riñón, vejiga y páncreas.
El desafío es que la mayoría de las mujeres sean capaces de darse cuenta de los beneficios de la rutina de la actividad física y reducir los obstáculos y barreras.
La recomendación de realizar actividad física y ejercicio se extiende a todas las mujeres, independientemente de su estado de salud. Es importante que, cuando se desee iniciar un programa de ejercicio en mujeres sedentarias, estas se aseguren de comenzar con medidas que garanticen un “estilo de vida saludable”, intervenciones que alienten a incorporar breves períodos de actividad física en la vida diaria (por ejemplo, caminar durante periodos cortos y usar las escaleras en lugar del ascensor), que ayudan a mejorar la aptitud física y el perfil de riesgo cardiovascular. El uso de estrategias de automonitorización, tales como podómetros o aplicaciones de celular, también promueven la actividad física diaria.
Tipos de ejercicio como el HIIT, el pilates, las técnicas mente cuerpo, el entrenamiento de fuerza o de suspensión complementan la prescripción del ejercicio físico y son apropiados en la actualidad porque proporcionan beneficios adicionales como mejora en la masa muscular, la fuerza y el equilibrio comparado con solo realizar ejercicio cardiovascular.